La Semana Santa de Sevilla, tal y como la conocemos actualmente, no surgió en una fecha concreta y exacta. Es el resultado de una evolución constate en la que han influido muchos acontecimientos a lo largo de la historia. Algunos de ellos han sido especialmente importantes y trascendentales, como es el caso del Via Crucis de la Cruz del Campo que comenzó a celebrarse en el siglo XVI. La cultura popular, y algunos historiadores, señalan que este evento fue el gran origen de la Semana Santa de Sevilla de nuestros días. El acontecimiento que recondujo nuestra forma de celebrar la pasión de Cristo. Realmente, no se puede decir que el Via Crucis fuera el verdadero origen de la Semana Santa sevillana, pero sí es evidente que influenció de forma muy significativa el concepto de penitencia.
Para encontrar el origen de este célebre Via Crucis tenemos que remontarnos al siglo XV. Más concretamente, hasta 1476, año en el que nació Don Fadrique Enríquez de Ribera, el creador del Vía Crucis de la Cruz del Campo. Fadrique era hijo de Pedro Enríquez y Catalina de Ribera, cuyo matrimonio significó la unión de dos de las familias más ricas e importantes de Andalucía, conformando así una de las riquezas más conocidas de la zona. Los reyes, incluso, les delegaron el gobierno de la ciudad.
Cuando Catalina de Ribera falleció en 1505, toda la fortuna de la familia pasó a manos de Fadrique y su hermano Francisco, pero este último falleció también tan solo unos años más tarde, en 1509. Fadrique, por tanto, heredó toda la riqueza de la familia Ribera. Esto, sumado al gran patrimonio que ya poseía, le convirtió en uno de los hombres más ricos y poderosos de Andalucía. Don Fadrique, además, fue nombrado I Marqués de Tarifa y VI Adelantado mayor de Andalucía por su servicio a la Corona de Castilla en 1511. Regentaba también el cargo de Juez de Vista y Alzada de Sevilla.
Su fortuna y su posición social le permitían tener una vida cómoda y plácida, sobre todo, para llevar a cabo una de sus grandes aficiones, viajar. En uno de sus deseos por conocer el mundo, Don Fadrique decidió emprender un viaje muy especial. Tanto, que incluso dedicó 10 meses para la preparación del mismo, pues debía organizar bien la administración de todos sus vienes durante su larga ausencia. El 24 de noviembre de 1518 comenzó su aventura. Partió desde Bornos, en Cádiz, con su mayordomo, un capellán y ocho criados. Recorrió la costa mediterránea pasando por el Monasterio de Monserrat y Marsella. Después atravesó Los Alpes hasta llegar a Milán y posteriormente a Venecia, en mayo de 1519.
Desde allí zarpó hacia el gran destino de su viaje, la ciudad santa de Jerusalén. Una vez allí, Fadrique pudo visitar el Santo Sepulcro, un deseo personal debido a su gran religiosidad. A la vuelta, Don Fadrique pasó por Italia y visitó las ciudades de Génova, Pisa, Bolonia, Roma, Florencia y Nápoles. Fue ahí donde se enamoró del arte renacentista y quedó impresionado por las obras de Tiziano, Durero o Donatello. Es por eso que, a su vuelta, incorporó obras renacentistas a su Palacio de San Andrés, en Sevilla. Su viaje concluyó el 20 de octubre de 1520. El propio Fadrique dejó testimonio de su viaje y todas sus vivencias en un diario que él mismo escribió titulado «Desde Sevilla a Jerusalén».
Aquel viaje marcó de forma muy significativa a Fadrique, sobre todo, su visita a Jerusalén. Experimento una gran satisfacción personal por haber sido capaz de completar un viaje tan duradero y complejo. Tanto, que quiso dejar constancia de dicha aventura que él mismo consideraba hazaña. Por eso colocó tres cruces de Jerusalén en la parte superior de la puerta de de residencia, el Palacio de San Andrés. Estas cruces se pueden seguir contemplando a día de hoy. Pero eso no fue lo más importante que Don Fadrique importó de si visita a Tierra Santa. El I Marqués de Tarifa quiso replicar en su ciudad natal una celebración que le dejó muy sorprendido. Se trataba del Via Crucis originario de Jerusalén por la Vía Dolorosa.
Fadrique realizó este Via Crucis durante su viaje. Se trataba de un recorrido que iba desde el Pretorio de Pilatos hasta el Monte Calvario, pasando por la Calle de la Amargura. En total, eran 997 metros y 1.321 pasos. Fadrique decidió organizar este Via Crucis en Sevilla. Se celebró por primera vez en la cuaresma de 1521. En un principio, dicho Via Crucis se celebrara en el interior de su Palacio de San Andrés, pero 1529, debido a la gran afluencia de personas, el Via Crucis se tuvo que celebrar en la puerta del palacio. Entonces, Fadrique decidió recrear la misma distancia del Via Crucis de Jerusalén haciendo que su casa, el Palacio de San Andrés, que en la práctica sería como el Palacio de Pilatos, pasara a ser la primera estación. Es por eso que el Palacio de San Andrés pasó a ser conocido como la ‘Casa de Pilatos’. Un nombre que sigue conservando en la actualidad. El recorrido original de aquel Via Crucis creado por Don Fadrique partía desde la Capilla de las Flagelaciones, dentro del palacio, y llegaba hasta un pilar de la Huerta de Los Ángeles.
Para dar mayor difusión y popularidad a dicho acontecimiento, Don Fadrique solicitó una concesión papal que, debido a su riqueza y estatus social, no tuvo problema en obtener. Fue el Papa Clemente VII el que concedió dicha concesión que otorgaba indulgencia plenaria a todos aquellos que participaran en el Vía Crucis. Esto hizo que fueran muchos los devotos dispuestos a participar.
El Vía Crucis de Don Fadrique, que se celebraba el Viernes Santo, tenía cada vez más popularidad entre la población. Desde mayores hasta jóvenes, gente adinerada y mendigos de la ciudad. Todos participaban. Alfonso Pozo, profesor de la Universidad de Sevilla y gran experto en la vida de Don Fadrique, escribió en la web ‘Alma mater hispalense’ una descripción de cómo era aquel acontecimiento. «La procesión salía del palacio los siete viernes que componían la cuaresma, rezando los integrantes de la procesión -penitentes y flagelantes con capuchas o nazarenos- tantos credos o padre nuestros como pasos dio Cristo en su pasión. La primera estación se situó en su palacio, finalizada en la Cruz del Campo, en el cual existía además una ermita dedicada a la Virgen de la Soledad, que estaba a cargo de los negros de Sevilla, muy numerosos en ese siglo», escribió el profesor Pozo.
El Vía Crucis desarrollado por Fadrique supuso un impulso muy importante para todas las hermandades y cofradías que existían por aquel entonces en la ciudad. Estas se inspiraron en el Vía Crucis para organizar sus salidas procesionales por las calles de la ciudad. Podemos decir, por tanto, que el Vía Crucis de la Cruz del Campo desempeñó un papel fundamental en el desarrollo de la Semana Santa de Sevilla. Fadrique, finalmente, falleció el 6 de noviembre de 1539 dejando como legado su Vía Crucis, que se siguió celebrando varios años después.
En 1630 se cambió el recorrido. El Vía Crucis pasó a comenzar desde el retablo de mármol de la fachada del Palacio de San Andrés hasta el templete de la Cruz del Campo. Casi cien años más tarde, en 1720, también se produjo otro cambio. Las estaciones que se representaban, que a este ese año eran 12, pasaron a ser 14. Estas iban desde la condena a muerte de Jesús hasta la sepultura tras la crucifixión.
Dato de interés: el Viernes Santo de 1991, el Papa Juan Pablo II cambió el Vía Crucis originario, pasando este a tener 15 estaciones comprendidas entre la oración en el huerto de los olivos hasta la resurrección de Jesús.
El Vía Crucis se siguió celebrando con normalidad hasta 1873, año en el que se celebró por última vez. Fue el 8 de marzo de 1957 cuando los descendientes de Fadrique decidieron restablecerlo. Se sumaron entonces 14 hermandades cuyas imágenes representaban a cada una de las 14 estaciones. Dichas estaciones fueron bendecidas por el cardenal Bueno Monreal, como se indica un mármol conmemorativo. A pesar del éxito inicial de la recuperación del Vía Crucis, a los pocos años dejó de celebrarse.
Se retomó nuevamente en 1971, pero en Consejo de Hermandades de Sevilla decidió realizar un Vía Crucis de hermandades a partir de 1976, lo que hizo perder popularidad al Vía Crucis de la Casa Pilatos. Desde 1986, el Vía Crucis de la Cruz del Campo, que pasó a llamarse Vía Crucis de la Pía Unión, se celebra el primer viernes de marzo en el interior del Palacio de San Andrés de una forma más íntima y reservada. Es una visita muy recomendada por la gran solemnidad y simbolismo que caracterizan al Vía Crucis.
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