125 años de ‘Virgen del Valle’, la marcha que surgió de una tragedia
FOTO: amarguras.es

Hay en Sevilla una melodía que lleva 125 años resonando en cada Semana Santa. Alcanzando la plenitud durante la tarde del Jueves Santo cuando se abren las puertas de la Anunciación. Una marcha que suena a dolor, a resignación y a llanto por un amigo que se ha ido, justamente lo que quiso expresar su autor cuando compuso, a modo de homenaje, uno de los himnos de la Semana Santa. Una obra maestra de la música cofrade que vio la luz en 1898 y fue bautizada con el nombre de ‘Virgen del Valle’.

La marcha fue escrita por Vicente Gómez-Zarzuela, músico y compositor sevillano conocido por la gran cantidad de piezas musicales de temática religiosa que compuso. Era una personalidad importante en la Sevilla de finales del siglo XIX y principios del XX, además de un músico contrastado y, sobre todo, un gran devoto de la Hermandad del Valle, a la que pertenecía desde 1888.

Su fuerte vinculación con la Hermandad y una profunda amistad que se rompió por culpa de una tragedia, fueron los elementos que le motivaron a componer la que sería su obra más importante y conocida. Esa que suena cada Jueves Santo detrás de la dolorosa de Juan de Mesa.

Su vida

Vicente Gómez-Zarzuela nació en Sevilla el 27 de octubre de 1870 en la antigua calle Las Palmas, la que ahora se conoce como calle Jesús del Gran Poder. Era un apasionado de la música desde su infancia. Cursó estudios de violín a temprana edad en la academia de música del Asilo de Mendicidad de San Fernando bajo la dirección de violinistas muy ilustres como Antonio Palatín Moreno y Manuel Font Fernández de la Herranz, padre de Manuel y José Font de Anta. Posteriormente, estudió armonía, composición y violonchelo para completar su formación musical. Gracias a esto pudo ejercer como profesor de estética e historia de la música en la Academia de Música de la Real Sociedad Económica de Amigos del País.

También fue un socio muy destacado del Ateneo de Sevilla. Ocupó la secretaría de la Sección de Música que se fundó en 1901 y, posteriormente, fue presidente de dicha sección desde 1920 hasta 1924. Fue, además, propietario y director de la «Guía oficial de Sevilla y su provincia», una publicación creada por su padre en 1856, y de la «Guía general de Andalucía», que vio la luz en 1917. Con el paso de los años, Gómez-Zarzuela se convirtió en una persona muy conocida en la ciudad, además de un músico importante. En 1935 fue nombrado catedrático de estética e historia de la música en el primer Conservatorio oficial de Sevilla, fundado en 1933.

Respecto a su obra, algunas de sus composiciones más importantes están dedicadas a la Hermandad del Valle. Su primera composición, de hecho, fueron unas coplas realizadas en 1895 para el septenario de la Virgen del Valle que se llamaron ‘Madre Santa’. En 1917 también compuso nuevas coplas dedicadas a la Virgen que se titularon ‘Oración’. Esta última, además, contó con la letra de los hermanos Álvarez Quintero.

Su obra musical completa cuenta con más de medio centenar de piezas con temática religiosa, con algunas muy destacadas como ‘Plegaria a los dolores de la Santísima Virgen’, de 1900, ‘Motetes al Santísimo Cristo de la Expiración’ o una ‘Misa solemne’, de 1902. En 1945, con una edad avanzada, compuso la que sería su segunda y última marcha. Una composición llamada ‘Saeta’ que dedicó al Santísimo Cristo de las Tres Caídas de la localidad de Arcos de la Frontera. En esta misma época compuso también unas coplas tituladas ‘Bello encanto’ que estaban dedicadas a Nuestra Señora de las Nieves, patrona de esta localidad gaditana donde Gómez-Zarzuela pasó sus últimos días.

La tragedia del ‘Aznalfarache’

El 8 de noviembre de 1897, un barco de vapor llamado ‘Aznalfarache’ zarpó del muelle del Barranco en dirección Sevilla procedente del coto de Doñana. Se dice que al zarpar, se oía a el gran jolgorio de los tripulantes, que hacían cánticos acompañados de un acordeón. Abordo se encontraba varias personas conocidas de la burguesía y la clase medio-alta de la sociedad sevillana del momento que habían ido a disfrutar de un día de caza. Pero a las cinco y nueve minutos de la madrugada, el viaje se convirtió en una tragedia. El barco de vapor colisionó contra un buque pesado llamado ‘Torre del Oro’ que hacía la ruta Sevilla-Marsella. El ‘Aznalfarache’ se hundió en el Guadalquivir y en el accidente fallecieron hasta 20 personas entre tripulación y tripulantes.

José Manuel Delgado escribió en 1998 una publicación titulada ‘Historia de la Marcha Virgen del Valle’ en la que rescata fragmentos de los periódicos de la época que relataron el suceso: «En la Sevilla adormilada, la noticia del naufragio del vapor Aznalfarache supone una sacudida tal, que consigue que los cuatro periódicos que se publican en la ciudad, El Porvenir, El Progreso, El Baluarte y el Noticiero Sevillano, dejen a un lado o, cuanto menos, pasen a un segundo plano nada menos que las noticias sobre el desarrollo de las guerras de Cuba y Filipinas que se están librando… que se están perdiendo, en esas fechas. No en balde son veinte los ahogados y un buen número de ellos pertenecen a la alta burguesía y al comercio de más prestigio».

La noticia causó un gran impacto en Sevilla porque, además de la tragedia en si, entre los fallecidos se encontraban varias personas muy conocidas de la ciudad, como describió José Manuel Delgado: «Los 20 muertos son el interventor de la sucursal del Banco de España don Javier Ruiz de Lecanda; don Francisco Pro, dueño del establecimiento de perfumería y juguetes establecido en la esquina de la calle de Gallegos a la de Sierpes; don Antonio Enrile, capitán de ingenieros retirado; el señor Alvear, cajero del Banco; don Enrique Peña, dueño de la platería de la calle de Génova; don Jacinto Mora, representante de la casa Hijos de Leoncio Meneses; don Alberto Barrau, hijo del ingeniero don Leoncio Barrau; don José Camacho comisionista; don Baldomero Vidal, dueño de la camisería de la calle Gallegos; don Baldomero Sánchez del Toro, comerciante; Don Juan Gonzalo, dueño de la fábrica de sombreros de la calle Rioja; don Enrique Castellanos, hijo del dueño de la lozería de la calle Dados, y además, un amigo del señor Lecanda, dos dependientes del señor Pro y un comisionista de la casa Fe».

De entre todos ellos, Vicente Gómez-Zarzuela tenía especial amistad con uno. Se trataba de Alberto Barrau, hijo del ingeniero Leoncio Barrau. Alberto tenía sólo 22 años. Era doctor en derecho y redactor en el periódico El Porvenir. También era socio del Ateneo de Sevilla y Fiscal de la Junta de Gobierno de la Hermandad del Valle, razón por la que tenía una gran amistad con Gómez-Zarzuela.

La música también les unía, ya que Alberto Barrau intervenía con frecuencia en el acompañamiento musical de los cultos de la Hermandad. Eran tan fuerte la amistad entre ambos que la noticia del fallecimiento de Alberto causó un gran impacto en Gómez-Zarzuela. Decidió, entonces, rendirle homenaje con una composición dedicada a una de las pasiones que los dos compartían, la Virgen del Valle.

La marcha

Y así surgió la marcha, que fue escrita para piano en 1897 bajo el nombre de ‘Marcha Lenta’. Posteriormente, fue instrumentada para banda por Manuel Font Fernández de la Herranz. También se cambió su nombre, que pasó a ser ‘Virgen del Valle’. Se estrenó oficialmente el 7 de abril de 1898, en la tarde de Jueves Santo. Juan Antonio Barros Jódar explicó la composición de la marcha en patrimoniomusical.com:

«La introducción está construida como un diálogo entre los metales graves (melodía descendente) y la madera, indicado «piano», y rematado con un acorde «fortissimo» de toda la banda. Este esquema se repite en sucesivas modulaciones (mi bemol mayor, fa menor, do menor, esta vez en una melodía ascendente). Tres acordes «fortissimo» sobre la tónica y la dominante de do menor (tonalidad definitiva de la obra) nos llevan al inicio de la primera sección.

El primer tema fluye con una dulzura exquisita, caracterizado por un suave cromatismo y el rítmico acompañamiento en tresillos de corcheas seguidos de blanca con puntillo en los clarinetes segundos y terceros y saxos tenores. Esto, juntamente con el acompañamiento en las voces más graves sobre figuras de negra, dotan a esta primera parte, a pesar de su carácter doloroso y fúnebre, de un gran dinamismo.

Un crescendo intensísimo conduce a la reexposición del primer tema en «fortissimo», que concluye con un acorde seco similar a los de la introducción.

El segundo tema se inicia directamente en mi bemol mayor, y refleja una atmósfera más sosegada, casi optimista, pero, tras un crescendo da paso a un tercer tema, nuevamente en la tonalidad de do menor, y de un extraordinario dramatismo, especialmente hacia el final, cuando, sobre acordes pedal de los metales graves, la melodía es reforzada por una secuencia de acordes en corcheas a través de sucesivas modulaciones, hasta culminar nuevamente en un poderoso acorde (fa sostenido-la natural-do-mi bemol). Tras esto, un impresionante «pianissimo» centra la armonía nuevamente sobre la nota sol, dominante de la tonalidad (do menor), y da paso a una breve e intensísima coda a cargo de los clarinetes y saxos en sus registros más sombríos.

La marcha se extingue como un corazón que dejara de latir, en un susurro».

Esta fue la forma en la que Vicente Gómez-Zarzuela quiso rendir homenaje a su querido amigo Alberto Barrau, con quien le unía una profunda amistad. Esa que aún se sigue rememorando cuando una banda comienza a interpretar las primeras notas de ‘Virgen del Valle’. Gómez-Zarzuela falleció en 1956 en Arcos de la Frontera, dejando para el legado de todos los cofrades, además de su enorme obra musical, una marcha que con el tiempo se ha convertido en un tesoro de nuestra Semana Santa.

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