La Puerta de Carmona y la advocación del Señor de San Esteban
FOTO: amarguras.es

Es prácticamente inevitable recorrer la calle San Esteban, a la altura de la Iglesia que lleva el mismo nombre, y no echar una pequeño vistazo hacía una de las ventanas más especiales y conocidas de Sevilla. La ventana que permite contemplar al Señor de la Salud y Buen Viaje.

La advocación de esta imagen, de hecho, surgió a raíz de esa misma ventana. Para comprobar el motivo, tenemos que remontarnos algunos años atrás. Más concretamente a los años en los que Sevilla estaba rodeada por una muralla con varias puertas de entrada y salida.

Una de ellas era la Puerta de Carmona, situada un poco más adelante de la Iglesia de San Esteban. Esta puerta era una de las más importantes y antiguas de la ciudad. Recibía su nombre porque era el lugar en el que partía el camino que unía Sevilla y Carmona. Fue reconstruida en 1578, periodo en el que Francisco Zapata y Cisneros (Conde de Barajas) era Asistente (Alcalde) de la ciudad de Sevilla.

Por aquella puerta entraban a la ciudad numerosos alimentos que procedían de la comarca de Los Alcores. Eran muchas las personas que la atravesaban cada día para salir y entrar de Sevilla. Finalmente, fue derribada en 1868 al mismo tiempo que otras puertas muy conocidas como la Puerta Osario.

Mientras estuvo en pie, cientos de personas atravesaban la Puerta de Carmona. Los que salían, sabían que antes de cruzarla había que hacer un ritual imprescindible. Se trataba de mirar hacia la ventana de la iglesia y pedir al Señor de San Esteban que les concediera salud y un buen viaje. Es por eso que se decidió atribuir dicha advocación a la imagen, porque eso era exactamente lo que le pedían las personas que se paraban delante de la ventana antes de abandonar la ciudad.

Y ahí sigue desde entonces, después de tantos y tantos años, la imagen del Señor de San Esteban. Sentando en su ventana, como antaño, cientos de años después. La Puerta de Carmona desapareció y la expansión de la ciudad hizo que la iglesia pasara de estar en las afueras a estar en pleno centro, pero la ventana sigue ahí, en el mismo sitio de siempre. Exactamente igual que la imagen que se contempla a través de ella.

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