La túnica del nazareno, origen y evolución
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El hábito de nazareno es uno de los elementos más característicos, populares y representativos de la Semana Santa, pero su origen y significado sigue siendo un misterio para muchos. ¿De dónde surge la tradición de vestirse con una túnica y un capirote? Es un tema que abordó en profundidad el profesor Andrés Luque Teruel, doctor en Historia del Arte, en un reportaje realizado por El Correo TV en 2015.

Para encontrar el origen del elemento más importante del hábito del nazareno, la túnica, tenemos que remontarnos hasta los siglos XV y XVI. En aquella época, se produjo un incremento muy significativo del número de flagelantes durante la Semana Santa. Los flagelantes eran personas que se flagelaban por las calles para sentir el mismo dolor que sufrió Cristo durante la Pasión y poder cumplir así su penitencia.

Esta costumbre fue iniciada por el dominico San Vicente Ferrer, que solía flagelarse en público para pedir perdón por sus pecados. La gente comenzó a imitarlo y esta práctica se difundió con rapidez. Con San Vicente, pasamos de una Semana Santa más litúrgica a una más pasionista. La penitencia se entendía por aquel entonces como un acto que consistía en inflingirse dolor.

Existían diferentes formas de causarse dolor, o bien mediante un flagelo o a través de cargar una cruz. Cada una de estas formas pasó llamarse disciplinas. Los que las practicaban, por tanto, pasaron a ser denominados disciplinantes. De entre todas estas disciplinas, la más común comenzó a ser la de cargar con una cruz igual que Jesucristo. Las personas que lo hacían, para asemejarse más a él, comenzaron a vestirse con una túnica.

FOTO: Una procesión de flagelantes, de Francisco de Goya y Lucientes (1812-1819)

En la ciudad de Sevilla, los disciplinantes comenzaron a acompañar a las imágenes en procesión. Resulta difícil determinar cuál fue la primera procesión en Sevilla que comenzó a llevarlos, pero según el profesor Luque Teruel, se tiene constancia de que la Hermandad del Silencio comenzó a llevar disciplinantes en 1564. Estos llevaban una túnica para imitar a Jesús, un antifaz para conservar su anonimato y una corona de espinas, que era un modo más de causarse dolor. Se puede establecer aquí, por tanto, un origen del hábito de nazareno que conocemos actualmente.

Respecto al origen de otro de los elementos más llamativos del hábito de nazareno, el capirote, tenemos que situarnos en la Inquisición. El capirote era un cono de gran tamaño que se situaba en la cabeza de los reos que habían cometido algún delito o algún pecado. En el capirote, incluso, se hacía una ilustración del delito cometido por el reo que lo portaba para que la gente fuera consciente del delito o pecado que este había cometido.

Con el paso del tiempo, el uso del capirote pasó al ámbito de las penitencias, ya que los penitentes realizaban las penitencias para poder ser perdonados por sus pecados. El capirote servía para señalar al culpable. Si Jesús era culpable, los penitentes también. Más tarde, comenzó a utilizarse el antifaz, que era un trozo de tela que servía para cubrir el capirote. De esta forma, el penitente podía conservar el anonimato.

La evolución del hábito del nazareno comenzó en la época del Barroco. En el siglo XVI, las túnicas se realizaban con materiales de bajo coste y telas de poca calidad, ya que las personas que las portaban eran reos como Jesús y no podían llevar lujos. El color predominante era el negro. Es durante el Barroco (siglos XVII y XVIII) cuando se empiezan a utilizar distintos tipos de túnicas, como es el caso de la túnica morada, el color de la penitencia. También es en esta época cuando se comienza a utilizar el cinturón de esparto, que servía para aliviar los dolores lumbares que producían las largas penitencias, además de ajustar la túnica al cuerpo y que esta fuera más cómoda de llevar.

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Aparecieron también las colas, una prolongación de tela de la parte trasera de la túnica que en ocasiones va recogida en el cinturón de esparto o sostenida por el nazareno con el brazo. La cola simboliza dolor y luto por la muerte de Jesús. Algunas cofradías también comenzaron a portar escapulario, un complemento que portaban algunas imágenes y que las cofradías incorporan a sus hábitos para imitar a dichas imágenes. La Esperanza Macarena, por ejemplo, portaba un escapulario verde a principios del siglo XVII. A día de hoy, los nazarenos de las hermandades de Siete Palabras, Los Negritos, La Misión, La Trinidad, La Milagrosa o la Soledad de San Lorenzo, portan escapulario.

Pero la gran revolución del hábito de nazareno, según el profesor Luque Teruel, tuvo lugar a finales del siglo XIX y principios de XX. Fue en esta época cuando Juan Manuel Rodríguez Ojeda, famoso bordador y diseñador sevillano, introdujo un concepto que cambió para siempre la concepción de los hábitos de nazareno, la capa. Las primeras capaz realizadas por Rodríguez Ojeda fueron de lana de merino, el material más usado en la actualidad. También se comenzó a utilizar el cíngulo, las túnicas circulares y los botones.

El objetivo de Rodríguez Ojeda era vestir a las cofradías de barrios más humildes con ropas más caras y relucientes para que estas se pudieran equiparar a las hermandades más antiguas del centro de la ciudad. El carácter de estas túnicas era simbólico y social, pero, sobre todo, estético. El hecho de portar capa hacía que la hermandad fuera vista como una hermandad pudiente aunque viniera de un barrio humilde. La primera cofradía que utilizó capa en su hábito de nazareno fue la Hermandad de la Quinta Angustia, seguida más tarde por la Hermandad de la Macarena.

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Después se comenzó a utilizar otro material muy destacado como el terciopelo, siendo la Hermandad de la Carretería la primera usar este material. Fue seguida después por la Hermandad del Cachorro, aunque después la sustituyeron por la actual. Durante esta época, el siglo XX, también tuvo lugar la ‘revolución’ del color.

Las hermandades de nueva formación comenzaron a utilizar colores muy diversos para sus túnicas. Los más habituales siempre habían sido el negro, el morado y el blanco, pero durante estos años se empiezan a utilizar otros colores como el rojo, el verde, el azul, el marrón, el celeste, el color crema o el burdeos, entre otros. Además de todo tipo de combinaciones.

Fueron tantas las cantidades de combinaciones de hábitos que se crearon que ya se pudo establecer incluso una diferenciación entre los tipos de cortejos. Hablamos de las hermandades de negro, cuyos nazarenos visten con túnicas negras de ruan con cinturón de esparto, y las hermandades de capa, que se distinguen, como su propio nombre indica, por portar este elemento tan característico, además de lucir hábitos más coloridos.

Las Hermandades de negro destacan por su rigor penitencial y compostura, recordando a otras épocas en las que la Semana Santa tenía un carácter más luctuoso. Las Hermandades de capa se caracterizan por tener un cierto relajo procesional y afrontar la estación de penitencia con un carácter más festivo, sobre todo, en comparación con las hermandades de negro.

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